Nuestra andadura en el tiempo y el espacio

Los orígenes de este Monasterio, como los de tantos otros aparecen envueltos en sombra de misterio, ya que la documentación que tenemos a la vista nada ofrece que se pueda poner por base segura de su existencia. Únicamente la tradición viene a sacarnos de la incertidumbre, alumbrando con destellos muy tenues el camino pedregoso que ha de seguir el historiador en la confusión de los siglos hasta situarse en la lejanía escalofriante del siglo XII.

Según esta tradición, los primeros orígenes de Santa María la Real de Arévalo, en su primera sede del  Lugarejo, se remontan al año 1200 s. XII en que dos nobles hermanos inmortalizaron sus nombres al hacer una obra que se perpetuara en los siglos.

Estos dos hermanos D. Gómez Naron y Román Naron, el primero de ellos abad Cisterciense de Nuestra Señora de la Asunción, naturales de Arévalo. D. Román fue capitán de   Tercios Castellanos y se distinguió notablemente, en las Navas de Tolosa.

Hacia el año referido de 1200, echaron los cimientos del nuevo Monasterio de Santa María del   Lugarejo, que también se conocería con el nombre de Santa María de Gómez Román.

Más que construir monasterio de nueva planta reconstruyeron o sacaron de sus cenizas cual otra ave fénix, un antiguo cenobio benedictino del tiempo de los godos, que a dos kilómetros de Arévalo en dirección suroeste, se levantaba sobre una ligera colina a la  margen izquierda del río Arevalillo, hasta de su desaparición como Monasterio en tiempo de los árabes, quedando en la actualidad en pie el Ábside de la Iglesia.

La carencia de documentación de los primitivos tiempos hace imposible  historiar el desenvolvimiento de nuestras religiosas desde el primer momento que acudieron a ocupar lo que fue durante siglos morada de monjes benedictinos.

Solamente se sabe que hubo épocas en que llegó a albergar el monasterio de santa María de Gómez Román hasta 200  religiosas, señal inequívoca de que la tierra de Santa Teresa fue siempre vivero fecundo de vocaciones.

Los privilegios  pontificios otorgados por los Papas y Reyes al monasterio se acercan a los primeros tiempos de su fundación.  El primero del que hay noticia es una bula del Papa Inocencio IV expedida  en Lyon el 27 de septiembre de 1245, por la cual toma bajo la protección pontificia al Monasterio de Santa María de  Gómez